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"Soy humana": reconocer la vulnerabilidad y priorizar la salud mental, las lecciones de la renuncia de Jacinda Ardern

  • La dimisión de la primera ministra de Nueva Zelanda pone sobre la mesa el debate sobre el desgaste laboral

  • Por las cargas familiares y la "dificultad de mostrar vulnerabilidad" entre los hombres, son las mujeres quienes renuncian más

ÁLVARO CABALLERO
8 min.

"Soy humana. Damos todo lo que podemos durante el tiempo que podemos y luego es el momento. Y para mí, es el momento". La renuncia de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, sorprendió por su aparente honestidad. Ardern, de 42 años, abandonaba el jueves su cargo porque se había quedado "sin energía", según reconoció en una rueda de prensa con la voz entrecortada, sin ocultar la emoción, un rasgo característico de su personal estilo político.

Su inesperada dimisión ha vuelto a poner sobre la mesa el debate del burnout, el desgaste laboral, y el cada vez mayor peso de la salud mental a la hora de tomar decisiones vitales. Antes que ella, la retirada de la gimnasta Simone Biles de las Olimpiadas de Tokio, en 2021, justo cuando se encontraba en la cima de su carrera, también trastocó al mundo. "Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos. Es más importante la salud mental que el deporte ahora mismo", reconocía abiertamente.

Vivimos en la sociedad del cansancio. Estamos agotados, y hasta hace muy poquito era un tabú decirlo

"Durante muchísimo tiempo hemos estado muy conectados con la exigencia, el sacrificio, el tener que estar dando la mejor versión de uno mismo constantemente", señala a RTVE.es la psicóloga Bárbara Tovar, especializada en ansiedad y estrés. "Esto ha provocado que vivamos en 'la sociedad del cansancio', como dice el filósofo coreano Byung-Chul Han. Estamos agotados, y hasta hace muy poquito era un tabú decirlo", apunta.

Esto ha empezado a cambiar. Desde la pandemia, el foco mediático ha apuntado como nunca hacia la salud mental, aunque ha sido sobre todo en las redes sociales donde este tema ha alcanzado un gran protagonismo. Mensajes como el de Ardern, que representan una gran "valentía", según Tovar, son una "fuente de inspiración" y ayudan a que este tabú siga cayendo.

"Hay miedo a cómo mostrar vulnerabilidad nos penaliza"

La todavía primera ministra neozelandesa expuso públicamente su vulnerabilidad, algo a lo que seguimos sin estar acostumbrados en un líder de ese calibre, pero en general también en el mundo del trabajo. "Hay miedo, pero no tanto a demostrar vulnerabilidad, sino a cómo eso penaliza en el ámbito laboral. Frágiles nos sabemos todos y todas, pero mostrarlo puede crearte quizá un halo de inestabilidad o de falta de compromiso de cara a empleadores", asegura Ignacio Pato, escritor y periodista que ha dedicado muchas de sus piezas a analizar este problema.

Considera que, además de alabar la valentía de quien renuncia porque no puede más, "es importante recordar que nadie debería parar si no quiere". Se pregunta si Ardern, Biles y todas aquellas personas que renuncian lo hacen libremente o en cierta manera obligadas, tanto por culpables con nombre y apellidos -Larry Nasser en el caso de la gimnasta-, como en último término "por un sistema de producción que te empuja a producir sin parar".

Es gracias a las generaciones más jóvenes, sigue Pato, que ha llegado el actual "cambio de chip", que "pone en entredicho la cultura de la meritocracia, de que todo esfuerzo tiene matemáticamente su recompensa". Jóvenes que han crecido de crisis en crisis y han visto cómo se rompía el contrato social. "Se preguntan todo este trabajo, la falta de horas de sueño, de tiempo de ver a tus amigos, a cambio de qué", si existe esa recompensa, reflexiona.

Consultoras en apuros: ecos de 'la gran dimisión' en España

En el mundo de la empresa ya se nota este cambio entre los jóvenes trabajadores y los recién graduados. "Esta idea de éxito típicamente masculina, de dejarse la vida en el trabajo porque es el centro de mi vida, está cambiando hacia un éxito más relacionado con el estereotipo femenino, más en relación con la vida personal, con los cuidados", señala Óscar Pérez Zapata, doctor en Sociología de las Organizaciones y profesor de Gestión Empresarial en la Universidad de Comillas-ICADE.

El fenómeno, lento pero persistente, no solo afecta a líderes internacionales o deportistas de élite, sino que ha alcanzado a los trabajadores de grandes consultoras, auditoras o tecnológicas. En las consultoras, por ejemplo, muchos ya no están dispuestos a trabajar picos de 12 horas diarias y denuncian "condiciones abusivas en términos de salud mental", cuando antes se veía como un sacrificio temporal necesario para aspirar a empleos menos exigentes.

Mientras que antes era "muy difícil" entrar en estas empresas, incluso para los mejores alumnos de cada promoción, relata Pérez Zapata, ahora estas están teniendo "un problema serio" para mantener sus plantillas, y es que "se les está yendo mucha más gente, sobre todo jóvenes, de lo que ellos pueden remontar", cuenta. Los jóvenes "ya no buscan lo mismo, son mucho más conscientes del coste personal y de salud".

Son ecos de la 'gran dimisión' estadounidense que llegan a nuestro país en un área, como el de la consultoría, que ha estado en el punto de mira los últimos días por una inspección de trabajo conjunta a los cuatro gigantes del sector que ha derivado en multas por no respetar los horarios de trabajo. Esta inspección ha sido posible en parte gracias a una mayor sindicación en este sector, donde tradicionalmente los sindicatos tenían poco arraigo.

Pérez Zapata señala, como causas de este cambio de mentalidad, al shock de la pandemia y a la reciente incorporación de las mujeres a las altas esferas de las empresas, "con una visión más amplia de lo que es la vida". Ya antes de Ardern o Biles, fue otra mujer, Anne-Marie Slaughter, quien rompió el tabú dejando en 2011 su privilegiada posición de alto cargo en el Departamento de Estado de EE.UU. bajo el mando de Hillary Clinton, por no poder compaginar este duro trabajo con el cuidado de su familia, lo que despertó duras críticas incluso de la propia Clinton. Lo contó en un célebre artículo en The Atlantic, que lleva el revelador nombre de "Por qué las mujeres aún no pueden tenerlo todo".

La brecha de género en las renuncias

No es casual que los referentes más destacados por haber frenado sus carreras para anteponer su salud hayan sido mujeres. La propia Ardern reconoció en su discurso que quería poder pasar más tiempo con su hija y también casarse con su prometido. Tanto las referencias a la familia como el reconocimiento de la vulnerabilidad son difíciles de ver en un discurso similar en un hombre.

"Aunque los roles de género están cambiando, la mujer asume todavía mucha más carga en casa, más carga familiar, de crianza. Por tanto, también el nivel de saturación, de agotamiento, siendo mucho más elevado en su caso", explica la psicóloga Bárbara Tovar.

La mujer asume todavía mucha más carga en casa, más carga familiar, de crianza. Por tanto, también el nivel de saturación, de agotamiento, siendo mucho más elevado en su caso

Por otra parte, el "modelo de masculinidad" que no permite a los hombres mostrarse frágiles también está detrás de esa negativa a parar cuando es necesario. "No se les permite tomarse un tiempo para reponerse, para descansar. Todavía muchos de ellos se sienten muy responsables de la economía financiera, del bienestar de su familia, y todo eso también bloquea la escucha de lo que necesitan, como delegar esa responsabilidad", afirma.

"No se trata de decir que estamos mal, sino de no estarlo"

Acabar con el desgaste laboral no es fácil. En muchos trabajos, como en el de las consultoras, requiere cambiar la cultura de la empresa, algo costoso y que lleva años. En otras sí que se nota un cambio de mentalidad, "pero es un porcentaje irrisorio", puntualiza Pérez.

Pero sí hay medidas que se pueden tomar a corto plazo. "El factor más importante para prevenir la mala salud mental es regular las cargas de trabajo", señala este profesor de Gestión Empresarial. Las horas, y sobre todo los ritmos de trabajo están ligados a un 50% de los problemas de salud mental, advierte. A esto se suma otra variable: el no encontrar sentido al trabajo, detrás también de un desgaste que se puede cronificar.

PeK2 - El 'burn-out': Quemados por el trabajo - Escuchar ahora

Para Pato, romper el tabú es solo el primer paso. "No se trata de decir que estamos mal, sino de no estarlo", asegura. Lo siguiente es "politizar el malestar" y reclamar medidas como una atención a la salud mental pública y gratuita, aumentar las ratios de profesionales de este sector o inspecciones de trabajo que se centren en este problema. "La frase que más se repite a mi alrededor es ‘no me da la vida’. Vivimos una crisis de tiempo. Antes lo teníamos y ahora nos lo han robado", remata.

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